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El sacramento de la eucaristía

La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que ÉL instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz, confiando así a la iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna.

Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, "la noche en que fue entregado" (1 Co 11, 23), mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena. Después de reunirse con los Apóstoles en el Cenáculo, Jesús tomó en sus manos el pan, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros".

Después tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: "Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía".

¿Qué representa la Eucaristía en la vida de la Iglesia? La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a ÉL. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del pueblo de Dios.

Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna.
¿Qué nombre recibe este sacramento? La inagotable riqueza de este sacramento se expresa con diversos nombres, que evocan sus aspectos particulares. Los más comunes son: Eucaristía, Santa Misa, Cena del Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios, Santísimo Sacramento del Altar, Sagrada Comunión.

En la antigua Alianza, la Eucaristía fue anunciada sobren todo en la cena pascual, celebrada cada año por los judíos con panes ázimos, como recuerdo de la salida apresurada y liberada de Egipto. Jesús la anunció en sus enseñanzas y la instituyó celebrando con los Apóstoles la Última Cena durante un banquete pascual. La Iglesia, fiel al mandato del Señor: "Haced esto en memoria mía" (1 Co 11, 24), ha celebrado siempre la Eucaristía, especialmente el domingo, día de la resurrección de Jesús.

La celebración eucarística se desarrolla en dos grandes momentos, que forman un solo acto de culto: la liturgia de la Palabra, que comprende la proclamación y la escucha de la Palabra de Dios; y la liturgia eucarística, que comprende la presentación del pan y del vino, la anáfora o plegaria eucarística, con las palabras de la consagración, y la comunión.

El ministro de la celebración de la Eucarística es el sacerdote (obispo o presbítero), válidamente ordenado, que actúa en la persona de Cristo Cabeza y en nombre de la Iglesia. Los elementos esenciales y necesarios para celebrar la eucaristía son el pan de trigo y el vino de uva.

En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace también sacrificio de los miembros de su cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo. ¿Cómo está Jesucristo presente en la Eucaristía? Está presente de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad.

El altar es el símbolo de Cristo mismo, presente como victima sacrificial y como alimento celestial que se nos da a nosotros. ¿Cuándo obliga la Iglesia a participar de la Santa Misa? Los fieles tienen obligación de participar de la Santa Misa todos los domingos y fiestas de precepto. La Iglesia recomienda a los fieles que participan de la Santa Misa recibir la sagrada comunión estableciendo la obligación de hacerlo al menos en Pascua.

¿Qué se requiere para recibir la sagrada comunión? Se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la reconciliación antes de acercarse a comulgar. Por consiguiente, los frutos de la sagrada comunión son unión con Cristo y con su Iglesia, conserva y renueva la vida de la gracia, y nos hace crecer en el amor al prójimo.

EL CREDO Y ALGUNAS ORACIONES DE LA IGLESIA

El Credo. Creo en Dios Padre todo poderoso creador del Cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, y desde allí a de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna AMEN.

Padre Nuestro. Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. AMEN.

Yo Confieso. Yo confieso ante Dios todo poderoso y ante vosotros hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, y por mi gran culpa, por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros hermanos que intercedáis por mi ante Dios nuestro Señor.

Gloria. Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te damos gracias Señor Dios rey celestial, Dios Padre omnipotente, tú que quitas el pecado del mundo ten piedad de nosotros, tú que quitas el pecado del mundo atiende nuestras súplicas porque solo tú eres Santo, solo tu Señor, solo tu Altísimo con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre, AMEN.

Ave María. Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, AMEN.

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