Alejandro Rutto Martínez
Hace dos mil años nació Jesús en cumplimento del anuncio que el arcángel Gabriel le hiciera a la virgen María. Jesús es la figura más importante de la historia, independientemente de que lo consideremos Dios, Hijo del Hombre, Salvador del Mundo, Mesías, Hijo de Dios… simplemente como un líder de enormes cualidades que se ganó el derecho a ocupar u lugar privilegiado en el recuento de los tiempos.
En homenaje a Jesús, a los hechos extraordinarios que rodearon su nacimiento, estamos celebrando por estos días el más bello período del año.
Durante los días en que el Hijo de Dios nació el mismismo rey Herodes (rey que bien podría escogerse como símbolo de la perversidad) quiso tomar cartas en el asunto según lo narra el evangelio de Mateo: “ Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.»
¿Qué hicieron entonces los magos? La respuesta también la encontramos en el evangelio:
“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.”
Hace dos mil años nació Jesús en cumplimento del anuncio que el arcángel Gabriel le hiciera a la virgen María. Jesús es la figura más importante de la historia, independientemente de que lo consideremos Dios, Hijo del Hombre, Salvador del Mundo, Mesías, Hijo de Dios… simplemente como un líder de enormes cualidades que se ganó el derecho a ocupar u lugar privilegiado en el recuento de los tiempos.
En homenaje a Jesús, a los hechos extraordinarios que rodearon su nacimiento, estamos celebrando por estos días el más bello período del año.
Durante los días en que el Hijo de Dios nació el mismismo rey Herodes (rey que bien podría escogerse como símbolo de la perversidad) quiso tomar cartas en el asunto según lo narra el evangelio de Mateo: “ Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.»
¿Qué hicieron entonces los magos? La respuesta también la encontramos en el evangelio:
“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.”
Estos fueron algunos de los hechos que rodearon el nacimiento del hijo de José y María.
La pareja después huiría a Egipto para evitar que los tentáculos criminales de Herodes los alcanzaran y cumplieran con el propósito malvado de asesinar a quien estaba destinado a librar a la humanidad de la carga pesada e ignominiosa del pecado.
Han pasado más de dos mil años desde entonces y aquí nos encontramos de nuevo celebrando la llegada de diciembre, un mes distinto a todos los demás por su esencia, por la alegría que contagia por la brisa fresca de la mañana, por la sonrisa de los niños, porque los espíritus se encuentran más dispuestos al reconcilio por mil razones más.
¿Quien no recuerda por estos días las épocas felices y alegres de la infancia? ¿Quién olvida los momentos en que llegaban los viajeros a pasar vacaciones en casa y con ellos la felicidad del reencuentro y las reuniones hasta la media noche en que se contaban las historias ocurridas en tanto tiempo de estar separados? ¿Cómo podríamos olvidar la espera ansiosa e inocente a Niño Dios y sus regalos?
En los pliegues de nuestra memoria permanecen los villancicos inolvidables y las canciones mil veces repetidas pero mil veces renovadas por el espíritu de la navidad y la presencia de la paz en nuestras vidas.
Gracias a Dios porque existe diciembre. Gracias al Creador por la esperanza firme en que podamos tener una patria libre de violencia, de tragedias, de secuestrados, de enfrentamientos raticidas, de razones para odiar.
Dios bendiga a Colombia. Hoy y siempre. En diciembre y en todas las épocas del año.
La pareja después huiría a Egipto para evitar que los tentáculos criminales de Herodes los alcanzaran y cumplieran con el propósito malvado de asesinar a quien estaba destinado a librar a la humanidad de la carga pesada e ignominiosa del pecado.
Han pasado más de dos mil años desde entonces y aquí nos encontramos de nuevo celebrando la llegada de diciembre, un mes distinto a todos los demás por su esencia, por la alegría que contagia por la brisa fresca de la mañana, por la sonrisa de los niños, porque los espíritus se encuentran más dispuestos al reconcilio por mil razones más.
¿Quien no recuerda por estos días las épocas felices y alegres de la infancia? ¿Quién olvida los momentos en que llegaban los viajeros a pasar vacaciones en casa y con ellos la felicidad del reencuentro y las reuniones hasta la media noche en que se contaban las historias ocurridas en tanto tiempo de estar separados? ¿Cómo podríamos olvidar la espera ansiosa e inocente a Niño Dios y sus regalos?
En los pliegues de nuestra memoria permanecen los villancicos inolvidables y las canciones mil veces repetidas pero mil veces renovadas por el espíritu de la navidad y la presencia de la paz en nuestras vidas.
Gracias a Dios porque existe diciembre. Gracias al Creador por la esperanza firme en que podamos tener una patria libre de violencia, de tragedias, de secuestrados, de enfrentamientos raticidas, de razones para odiar.
Dios bendiga a Colombia. Hoy y siempre. En diciembre y en todas las épocas del año.
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